28 de mayo de 2011

DE VIAJES_ OPORTO



Oporto, la ciudad vieja y derruida repleta de historia.  

El rio Douro es espectacular, con sus largos puentes de hierro y hormigón. Una bonita puesta de sol desde el barco al atardecer nos invita a ver los llamativos colores de las estrechas casas típicas de la Ribeira. Desde la otra orilla todo es tan pequeño…

Rio Douro
Ribeira
Ribeira
Pasear por sus callejuelas te hace sentir atemporal, no existen las horas ni los segundos, el tiempo se para y junto a él nosotros. Las gaviotas graznan a deshora porque el río va meciendo sus aguas hasta el mar y un olor a pescado inunda las calles.
Callejuelas



 
Entrar en el Café Majestic es viajar en el tiempo. De repente me imagino a una mujer vestida de señorita, con plumas en el cabello y un vestido de lentejuelas lista para bailar el charlestón. Hay una fiesta maravillosa y todo se ve reflejado en los espejos. Las lámparas cuelgan del techo silenciosas y los bancos de madera nos cuentan la historia de los que se han sentado en el. 

Café Majestic
Muy cerca, en el Mercado do Bolhao una mujer nos espera en la puerta para vendernos pescado fresco. Todo está tan viejo y perecedero… Flores coloridas, panaderías, puestos de fruta, puestos de animales, etc. La gente es muy amable.
 
La comida es peculiar; el pan negro, el queso de vaca, el vino verde son dignos de mención. Las panaderías típicas de Oporto tienen un encanto especial; en sus mostradores las ricas pastas con formas peculiares y atrevidos colores nos invitan a que entremos.


Los jardines del palacio de Cristal que datan de 1860 son preciosos. Pasear por ellos y encontrarte a un pavo real no tiene precio. Descubrir sus rincones, cada cuál más bonito, y divisar el Duero en todo su esplendor y en la otra orilla Vila Nova de Gaia con su colina repleta de bodegas.

Puente María Pía realizado en 1876 por Eiffel
La Librería Lello con su discreta fachada que pasa desapercibida de entre los árboles no te deja indiferente. Cuando estás dentro tus ojos y tu boca se abren al máximo en señal de asombro y el resto es indescriptible. Necesitas sentir la robusta madera, subir por la escalera, tocar el pasa-manos y pasear por su interior para creértelo. Nadie es capaz de imaginar tal lugar sin haberlo visto antes. Deseo volver pronto.


Al entrar en el palacio de la Bolsa la sensación es de asombro; primero el patio de las naciones con su imponente, su luz y sus pinturas. Luego la sala revestida con pan de oro con sus pesadas cortinas de terciopelo rojo y su suelo de madera. Y por último la sala Árabe; puedo imaginarme en ella cuando se usaba para dar fiestas a invitados de otros païses para que quedaran impresionados, sin duda yo hubiese sido uno de ellos.

Oporto bello que conjugas el pasado con el presente y estás abarrotado por el paso del tiempo sigue guardando historia entre tus calles para cuando vuelva sigilosa navegando por el rio.